martes, 9 de octubre de 2007

Boceto para Prosa

Cuadros de Prosa


No sabia que buscaba en la calle, no lo sabia hace algunos años lo había visto muy feliz pensé que se iba a casar o algo así pero seguía allí solo un poco como todos pasaba silencioso no como hace algunas primaveras, después de un rato pude saber que buscaba eran colillas de cigarrillos no estaría algo loco de verdad nadie se le acercaba eran unos entupidos siempre los saludaba y compartía sus conocimiento y les hacia reír, pero pienso que la indeferencia del mundo ese hombre la había vivido por siempre desde muy pequeño a él no le doblarían la mano de eso tenia la plena certeza…


Su voz se notaba algo ronca desde el otro lado de línea no le había visto en semanas parecía molesto, durante un rato tosió mientras yo trataba de pensar que le diría en realidad nunca antes me había sentido tan desesperado como hoy quería saber con lujo de detalles que había pasado con su amigo un pintor algo hippie que exponía en las cercanías de la catedral a medidas que me iba contando su tos por el auricular del teléfono…



La calle y sus recovecos eran siempre las mismas, las esperas en los consultorios, las calles llenas de agua para los inviernos, los borrachos en bar de parroquiano las gentes mas devotas comprando un ramo para el domingo el precio del pan por las nubes, todos jugando algo limpio algo sucio desde los sentimientos desde la razón, la Maria y los zapatos, los amigos del dinero desde la otra cuadra, los partidos del domingo, pero siempre hace falta dinero pienso siempre que alguien se quedo con el mío se le pudrirá no le servirá porque este sistema de consumo es matemáticamente exacto y perfecto como que ahí piedras en la tierra y buenos cigarros baratos…






El maletín ese con el dinero lo recuerdas, el de Bond de james, a claro pero este es el país del pipeño aquí mejor es andar con una botella bajo el brazo o una buena historia que no haga pensar porque en este país los que piensan son estupidez según la convención de ginebra y eso importa poco a la economía de los pobres y suma y sigue no me dirás que ceras príncipe no ya no ese es un aguafiestas un tarado un melancólico enfermo ese es un príncipe desde que el arroz subió ni en primavera y invierno llegara la unión me considero muy fuera hasta del reino de los moluscos una buena taza de te y un cigarrillo calma todo intento y domina las ansias mas siniestra lo que yo diga tiene importancia literaria el resto nunca será muy claro será ambiguo pero de corazon sin formar enredos por eso es mejor una buena taza de te o café y un cigarrillo barato sin pompa no cabalgo en mulas de acero ni me creo solo construyo día a día el sendero, pero pongase con unos cigarrillos no sean amarretes caras de cuetes

lunes, 8 de octubre de 2007

Pregunto


Dormí esa tarde pero me sentía extraño, al parecer, mi sueño esa tarde me llevo otro lugar, dijo el muchacho sentado en el diván. El psicólogo anoto algunas frases y pregunto. ¿Pero que o quien lo seguía? —no lo se, a la mañana siguiente fui a la ferretería, compre algunas baldosas y papel de muro. Trabaje varias semanas, remodele toda la habitación y ese hombre, el pianista de manos esqueléticas, de ojos brillantes y rojos. No me miro más. El psicólogo movió su ceja derecha, así que eso seria, pensó y un extraño dibujo hizo sobre el papel, pero de hecho ese dibujo estaba influenciado, por algo, por alguien. Después de eso anoto algo en el taco que estaba en su escritorio y se lo entrego. El hombre continuo hablando —tome un cada 8 hors y nos vemos, el martes en la mañana.

El psicólogo se veía cansado, llevaba tres meses en la consulta, tratando de solucionar problemas a varias personas ajenas, pero quien arreglaría los suyos sus propias taras y obsesiones.

Llego al departamento mas cansado de lo habitual su hijo de 9 años le pidió dinero, saco un billete de malas ganas y se lo entrego, nunca antes había estado así. Recordó el relato del último paciente de pronto, frente a él, apareció el pianista, tal cual como el hombre se lo había descrito…

Cuando el policía levanto el plástico, donde estaba el cuerpo. Se sorprendió. Era su psicólogo, con quien esa mañana había compartido, una sección más de las ocho que tenia cada semana, en su mano tenia un anillo. Era el usado por el pianista, en ese sueño terrible que lo tenia sin dormir…